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| La Vitrola, Cartagena |
Llegué sin reservación... Lunes, ¿para qué? ¡Nunca hay sitio en La Vitrola! El portero del postigo accedió... a permitirme hablar con Alfredo, el maître. Hicieron la excepción para que pudiera yo tomar un trago en la hermosa barra de madera fina. Un mojito (que no sería el único), y un malta. Las preciosas Eileen y Daniela, entre mis hijos y mi nieta, me atendían, me mimaban.
--¿Va a cenar, señor?
--No tengo reservación.
--¿Le gustaría?
--Me encantaría.Llamaron al maître, y terminé en una mesa redonda, pequeña, que estaba reservada para más tarde. Atún con miel y mango, empanadas vietnamitas con jengibre, queso y dulce de guayaba. Sauvignon Blanc. Elsa me sirvió. Noche de mantel y servilleta almidonada, de velas, de música con un sexteto tropical romántico que permitía conversar a las mesas contiguas. Las chicas de las filipinas blancas seguían con su ritual.
La magia, como ya dije, consistió en que cené junto a la mesa 00, la de García Márquez; una mesa para seis personas, porque "siempre venían con alguien". Este era su restaurante favorito; allí está su foto en sepia. Tienen los mejores recuerdos de él, y un poco menos emocionantes de su esposa. Gracias a Gregorio Herrera, el Director del restaurante, por los mojitos de cortesía. Juré regresar.
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Salud y buen provecho
ResponderEliminarHermosa ciudad, ¡ojalá la disfrutemos juntos algún día!
ResponderEliminar2/3/15 3:46:54 p.m.: Guillermo Carpio: Espectacular descripción de un hermoso lugar y un hermoso momento.
ResponderEliminarMientras leo este breve artículo, me traslado a La Vitrola y disfruto de la calidez del sitio, de su comida, de sus mojitos (sobre todo los de cortesía), de la compañía de Robert Ramia y hasta de la conversación que él imaginariamente estará este momento manteniendo con García Márquez.